-"¡Pido gancho!" Gritábamos de niños para pedir tiempo, una pausa, una reconsideración, un descanso.
-"No juego más", decíamos cuando decidíamos
terminar, cuando ya no queríamos seguir ahí porque no nos gustaba, las reglas
no jugaban a nuestro favor, o simplemente porque estábamos aburridos.
-"No mamá, no quiero más besos".
-"No me abraces".
-"Salí".
-"Dejame en paz".
No teníamos noción de lo afortunados que éramos de poder
decidir cuando parar.
Tampoco sabíamos que íbamos a extrañar mucho esas cosas que,
en su momento, nos molestaban.
Cuando crecemos tenemos la misma posibilidad de elegir, pero
eso conlleva una larga fila de responsabilidades, de decisiones tomadas, de
compromisos.
Qué fácil sería si pudiéramos pausar, aunque sea por un
mínimo instante, nuestras vidas.
Parar.
Respirar.
Pensar.
Planear.
Reír.
Tomar aire.
Seguir.
Qué fácil sería pausar nuestro corazón justo antes de que lo
destruyan en mil pedazos. Poder evitar situaciones, anteponernos, evitar el
sufrimiento.
Que fácil sería pausar la cabeza, la mente y los
pensamientos, antes de tomar cualquier decisión de la que podamos
arrepentirnos.
Qué fácil sería pausar ese beso, ese abrazo. Guardarlo para
siempre. Pero estamos tan ocupados con nuestra rutina diaria, que ese instante
perfecto se tiñe de algo ordinario, algo común y corriente, algo que carece de
importancia.
Qué fácil sería si el querer y el deber coincidieran
siempre. Pero por alguna razón elegimos la cabeza, pese a nuestro corazón.
Pero la vida no funciona así, solo tiene sentido en la
infancia.
Nos toca aprender sobre la marcha: caer, cometer errores,
sufrir, reír, ser felices, volver a caer, y así.
Hoy el mundo está dado vuelta.
Hoy el mundo está parado.
Hay tanta muerte dando vuelta, tanto sufrimiento, tanta
tristeza presente.
Las personas se mueren solas, se despiden mediante
videollamadas.
Y ahí es cuando nos arrepentimos de ese último beso, ese
último abrazo que nos dimos, ese al que no le dimos tanta importancia. Pensar
que formaba parte de la rutina, algo de todos los días. Algo que haríamos a
diario por el resto de nuestras vidas.
Esta pausa ha generado ansiedad en el mundo, caos, depresión.
Quizás sea el momento de reflexionar, de parar, de respirar,
de pensar, de planear, de tomar aire, y de seguir.
Es como si fuésemos niños otra vez.
Repito. Ellos no saben aún lo afortunados que son.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario