Hace exactamente seis meses, nuestro país entraba en una cuarentena que, en ese momento, iba a durar 14 días. Nadie entendía nada, poco se conocía de ese virus tan contagioso y mortal. Se barajaron miles de hipótesis acerca de su aparición, si fue creado, si se escapó, si vino de un murciélago. Hasta se llegó a decir que no existía, y que la idea del virus fue creada para controlarnos.
El primer mes de
encierro yo no estuve acá, sino en Santiago, en el vecino país, donde la
situación era completamente distinta a la de Argentina.
Lo cierto es que
apenas crucé la frontera, ambos países cerraron sus puertas.
Por lo que me
contaron, la fase 1 fue tremenda. Nadie salía a la calle, solo el personal
esencial, es decir: salud, farmacias, expendio de alimentos y combustible,
prensa.
Había miedo,
rumores, incertidumbre, desabastecimiento de alimentos de primera necesidad.
Las noticias no eran alentadoras. Estábamos atentos a lo que pasaba en el mundo.
China, Europa, EEUU. Era vivir el día a día, el minuto a minuto.
Nadie sabía cómo
actuar, todo fue nuevo. Ninguna acción era lo suficientemente buena o mala. Se
miraba al otro, se copiaban medidas o se actuaba de manera contraria para
evitar muertes y contagios. Se criticaba, se odiaba, se aplaudía, se amaba.
Algunos hablaban
de dictadura, otros de violación a la libertad, otros de normas, otros de
seguridad. Lo cierto es que estuvimos guardados mucho tiempo. Los primeros dos
meses fueron duros, la gente no podía trabajar, no se podía salir a la calle,
ver a tus afectos, hacer ejercicio.
En las redes
sociales se mostraban todos cocinando, incursionando en la pastelería sobre
todo; también ejercitando vía internet. Las personas tuvieron que reinventarse.
Clases por internet, trabajo online, padres ayudando en la enseñanza de los
niños, profesores de deportes adaptando sus rutinas a los materiales que hay en
casa.
En los meses
siguientes, fueron flexibilizando algunas actividades. Pero a medida que
pasaban los días o las semanas, se volvía atrás o se avanzaba. Se seguía/seguimos
viviendo en una incertidumbre. Ahora todo es con turno o reserva previa. Hay un
cupo de personas por mesa. En un principio era hasta 6, ahora es hasta 4 y sólo
el local que tenga lugar al exterior, adentro está prohibido. Se firma una declaración
jurada. Las mesas tienen distancia. Solo se permitía el 50% de la capacidad,
ahora es del 30%. Alcohol en gel en todas las mesas. Cartas mediante un código
QR.
En un principio se
respetaba a raja tabla.
Con los deportes
pasó al similar. Con las reuniones familiares también. Sólo que éstas últimas
duraron poco. Sólo podes reunirte con tus afectos en un bar, en un café o en un
restaurante. Pero aquellos domingos de asado familiar quedaron atrás, aquellos
cumpleaños con tus seres queridos, también.
El turismo
interno tardó un poco más en llegar. Pero tuvo una buena recepción.
De lo que aún no
tenemos pronóstico es de los viajes interprovinciales. Ni hablar de los
internacionales. Para eso falta mucho. Todavía hay muchas personas sin trabajo,
que no pudieron retomar. Aún hay muchas actividades paradas, en stand by.
Este fin de
semana nos volvieron a meter en nuestras casas. Volvimos a fase 1 por 36 horas.
Qué loco eso. La medida se tomó para evitar juntadas clandestinas,
aglomeraciones, contagios. Se decidió eso por el día del estudiante y de la
primavera, para que no haya reuniones. También para dar asueto al trabajador de
la sanidad.
Hoy, lunes, el 90%
del comercio cerró sus puertas por un día. Quizás nos parece poco, exagerado.
Pero para los que viven el día a día, un día es un montón. Es pérdida, es
triste.
A este mundo le
falta empatía, le falta escucha, le falta solidaridad. El hombre está acostumbrado
a mirar su bolsillo, sus privilegios, su ombligo. ¿Y el otro?
Nos acostumbramos
a saludar con el codo, o choque de puños. A mantenernos distanciados, a
taparnos la boca. Nos dijeron que si alguien no tenía la boca cubierta era
malo, merecía multa. Si alguien estaba en su casa con gente, era malo, había
que denunciarlo, merecía multa. Si alguien salía de su casa el día que no le
tocaba el D.N.I, era malo, merecía multa.
Ya no podemos
distinguir qué está bien y qué está mal; ya no sabemos qué priorizar, si la
salud o la economía. ¿Cómo se hace para que ambas vayan de la mano?
Desde el primer
día de esas acciones tomadas por el gobierno Nacional y Provincial, han pasado
6 meses, medio año. Y aún no llegamos al pico de contagios ni de muertes, esto
va para largo. Da miedo hacia dónde vamos, da miedo que esta sea una nueva
normalidad, controlada, multada, restringida. Da miedo acostumbrarse a esto.
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