lunes, 21 de septiembre de 2020

Introspección

    Por momentos me siento muda, sin voz, sin poder sacar una palabra de mi boca. Tengo la necesidad de decir, de hablar, y no puedo. Me quedo callada. De mi boca solo sale un suspiro o una sonrisa; mis ojos brillan, se achinan o lloran.

    Y por dentro, un remolino de sentimientos.

    Siempre supe que escribía mejor de lo que hablaba, al menos tengo eso, un salvavidas que me rescata de ese nudo en la garganta.

    Pero no está tan mal, hay tanta gente que habla mucho sin decir nada. Solo puedo ver su boca en continuo movimiento y ningún sonido.

    A decir verdad, me gusta un poco mi silencio.

    Pero ese silencio a veces asusta al otro, lo aleja. Y yo callo para no mostrar debilidad, vulnerabilidad, por orgullo, por temor al sufrimiento.

    Me creo lo suficientemente independiente y auto-suficiente como para resolver todo por mi cuenta y no pedir ayuda, no sé hacerlo, porque termino haciendo lo que creo que es mejor. Y me equivoco, una y otra vez.

    A veces, solo basta con mirar un poquito para adentro. Intentar observarnos, reflexionar sobre nuestra conciencia y actuar. Pensar. Aceptarnos. Gustarnos.

    Pero hoy es día eso es casi imposible. Vivimos un día a día agitado, feroz, cargado de rutinas y presiones. Incluso en esta pausa que nos regala el mundo, estamos corriendo, apurados, preocupados porque la vida no se nos pase, por no perder “oportunidades”, por ser mejores.

    Cuesta frenar. Cuesta pausar.

    Pero si no lo hacemos… cómo podemos saber hacia donde queremos ir?

    Pongo por escrito palabras que yo no dije, pero que me ayudaron con la introspección. Palabras crudas, pero muy ciertas.

    Por momentos creemos que cuando estamos solos somos más fuertes, invencibles, que nadie puede hacernos daño. Y no nos damos cuenta que los únicos que nos lastimamos somos nosotros mismos.

    Ahora ya no estoy mas sola, o eso creo. Y ahora entiendo que es mejor así, tener un apoyo, un cable a tierra.

    Ahora estoy con alguien que se interesa, se preocupa, se ocupa de mi. Y eso me asusta. Porque cada vez me siento más vulnerable, desnuda.

    Pero también hace que me sienta más fuerte, más segura, más humana.

    Hace que me inspire, que crezca.

    Y a decir verdad, desde que lo conocí, estoy escribiendo más, y casi siempre sobre él.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario